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Leyenda Urbana: “La Animita”, lugar para recordar a un pequeño héroe de La Paz

La leyenda de La Animita en Baja California Sur es fascinante y conmovedora. Permíteme contarte:

Hace más de un siglo, en 1866, un niño llamado José Lino de Jesús, de tan solo 11 años, se convirtió en un héroe trágico.

Su padre estaba encarcelado, y José Lino decidió intercambiar su vida por la de su progenitor. Los soldados, siguiendo la orden del cruel cabo Crispín, lo arrastraron por un terreno lleno de matorrales y piedras hasta su muerte. La inocencia y el sacrificio de este niño han dejado una huella imborrable en la leyenda de La Animita.

La capillita de La Animita, ubicada en las calles General Félix Ortega y 5 de Febrero en La Paz, solía ser visitada por estudiantes y adultos que buscaban milagros. Sin embargo, con el tiempo, el lugar cayó en el abandono. Aunque alguien anónimo la restauró recientemente, las lluvias, la humedad y el vandalismo amenazan su existencia.

Esta historia, llena de emociones y tragedia, sigue viva a pesar de la falta de difusión. La Animita representa la valentía y el amor inquebrantable de un niño que dio todo por su familia.

La historia:

Cuentan que por los años de antaño de la ciudad de La Paz, existía un hacendado al cual el ejercito le querían quitar sus bienes y tierras, un general del ejercito lo tenia apuntado con una pistola, cuando el hijo del hacendado vio que lo tenían arrestado se metió en el medio del papa para salvarle la vida, Tan horrible espectáculo hizo al niño acudir al cabo Sández para implorar piedad para su padre flagelado.

En respuesta y como uno más de sus alardes sanguinarios, Sández expresó:

-Para qué quieres piedad para tu padre, es un bandido malhechor y esta tarde, a las cuatro en punto, será pasado por las armas en el paredón de La Ciénaga.

Abatido por el dolor, José Lino de Jesús vio cómo el malherido cuerpo de su padre era llevado de nuevo a la celda insalubre de castigo.

Regresó a su casa para avisarle a su madre y se dispuso a lo que señalaría su ingreso a las páginas de la historia.

Partió hacia el lugar indicado para la ejecución y una vez de nuevo ante el cabo Sández, propuso un insólito trato:

-Me da su palabra de hombre y de soldado de respetar la vida de mi padre si yo me ofrezco para que me fusilen a mi.

El trato fue contestado por el iracundo navarrista con un leve movimiento de su rostro inmutable y sin que dijera una sola palabra más, José Lino, de escasos once años, fue lanzado con una reata y arrastrado por entre los matorrales a la ciénaga y los choyales del área.

Para dar muestras de mayor sadismo, Sandez hizo conducir a presenciar el holocausto del niño, a todos los prisioneros, incluyendo al padre de la inocente víctima.

Para corolario del despreciable asesinato, don José Miguel fue obligado a cavar la improvisada fosa donde fue depositado el frágil cuerpo del niño héroe, para ser después cubierto de piedras y tierra.

Atardecía el 11 de noviembre de finales de 1886 el lugar exacto del sepulcro se encuentra señalado a escasos metros de donde el fervor popular, aunado al tiempo, elevaría una modesta capilla para perpetuar el acto sublime de amor filial.

Desde entonces miles de peregrinos acudieron domingo a domingo a depositar ofrendas florales, encender cirios y ofrendar figuras de oro y plata en pago de fervorosas promesas de los fieles que hubieron de adjudicarle infinidad de milagros.

Existe un acta del territorio sur sobre este niño, además se dice que hasta hoy en día se aparece haciendo milagros y recibiendo las peticiones de las personas necesitadas.

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