
En la intersección de las calles Agustín Olachea y 5 de Febrero, se encuentra una casa que ha capturado la atención y el respeto de los habitantes locales. Conocida como “La Animita”, esta modesta vivienda de color azul claro, con ventanas rotas y una cruz en su ornamentación, es mucho más que una simple estructura antigua; es un lugar impregnado de historia y leyenda.
Una ciudadana que trabaja en un establecimiento cercano menciona: “Ahí viven dos indigentes, pero son muy tranquilos. Uno está en silla de ruedas, y ya los conocemos. Esa casa es una tradición aquí en Baja California Sur. No es de nadie, según yo, pero solía ser un lugar donde la gente iba a pedir milagros”.
El filósofo y colaborador del Archivo Histórico Pablo L. Martínez, Gilberto Ortega, sostiene que la historia de “La Animita” es una leyenda de culto que tiene profundas raíces culturales e históricas en la región.
La casa, aunque aparentemente descuidada, es el hogar de una leyenda conmovedora. José Lino de Jesús Manríquez Martínez, originario del pueblo de San Antonio e hijo del reconocido militar José Miguel Manríquez, habitó en este lugar. El 11 de noviembre de 1866, José Miguel Manríquez fue injustamente castigado y confinado a una celda, lo que llevó a su hijo a tomar una decisión drástica.
Para salvar a su padre, José Lino de Jesús se ofreció para ser fusilado en su lugar. Su sacrificio, que incluyó ser arrastrado por los matorrales y cavar su propia tumba, es recordado con reverencia. La comunidad local acude a “La Animita” para pedir favores y atribuir milagros al niño que dio su vida por su padre.