
México es reconocido como el país con la mayor diversidad de cactáceas en el mundo, y Baja California Sur destaca por albergar especies extraordinarias que enriquecen su paisaje y cultura. Con alrededor de 153 géneros y aproximadamente 1,200 especies de cactáceas, esta familia endémica del continente americano ha encontrado en la península un hábitat ideal.
El doctor Héctor Nolasco Soria, del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste, resalta la riqueza de cactos en la región, comenzando por el icónico Cardón Barbón. Esta majestuosa cactácea puede alcanzar entre 5 y 10 metros de altura, con un diámetro de tronco de 30 a 50 centímetros. Sus flores, blancas y tubulares, florecen entre marzo y abril, adornando el paisaje con su belleza.
Otra especie emblemática es la Pitaya Dulce, que puede encontrarse en el Santuario de los Cactos. Esta planta presenta características inusuales, conocidas como crecimientos “monstruosos”. Por su parte, la Pitaya Agria crece hasta tres metros de altura, exhibiendo flores largas y fragantes, así como un fruto globular color rojo brillante, que es apreciado por su sabor.
El Garambullo, con alturas de hasta ocho metros, también forma parte de esta rica diversidad. Sus flores de color rosa pálido florecen en primavera, y su fruto globular, pequeño y casi sin espinas, es un deleite en la región.
No menos interesante es la Pereskiopsis, conocida localmente como Rajamatraca. Esta cactácea trepadora puede superar los ocho metros de altura y presenta flores pequeñas de color rojo pálido. Se considera uno de los géneros primitivos de las cactáceas, caracterizándose por su tronco bien definido y un follaje distintivo.
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Por último, la especie Viejitos, que alcanza entre 15 y 25 centímetros de altura, añade un toque especial al catálogo de cactáceas de la región. Sus flores, pequeñas y tubulares, florecen en verano, contribuyendo al esplendor de los paisajes sudcalifornianos.
Las cactáceas no solo son un componente clave del ecosistema local, sino que también han estado íntimamente ligadas a las culturas indígenas de la región. Antiguas etnias como los Cochimíes aprovechaban sus frutos, como la Pitaya dulce y la tuna de nopal, como parte de su alimentación y en ceremonias rituales.
En Baja California Sur, las estaciones marcan el ciclo de crecimiento y floración de estas fascinantes plantas, que no solo embellecen el entorno, sino que también cuentan historias de tradición y sabiduría ancestral.