En las aguas del océano, un espectáculo hipnótico se desarrolla: las mobulas, también conocidas como mantas, realizan una danza elegante que cautiva a quienes tienen la suerte de presenciarla. Estos seres, que se desplazan con gracia gracias a sus potentes aletas pectorales triangulares, parecen más bailar que nadar, mientras saltan del agua hacia el cielo en un mágico baile oceánico.
Las mobulas crecen lentamente y suelen dar a luz a un solo ejemplar por camada, lo que las hace particularmente vulnerables a la sobrepesca y las capturas accidentales. Además, la crisis climática está alterando su hábitat, incrementando aún más su fragilidad. “Es crucial identificar las áreas de apareamiento y crianza, zonas vitales para su desarrollo, para garantizar su protección”, explica Gádor Muntaner, oceanógrafa.
Las ‘agregaciones de mobulas’ son fenómenos que ocurren en temporadas específicas, donde diferentes especies se reúnen para ejecutar su danza. La mobula munkiana, que mide alrededor de un metro, mientras que la mobula birostris, conocida como mantarraya gigante, puede alcanzar hasta ocho metros de ancho y una tonelada y media de peso.
TE PODRÍA INTERESAR: ¿Cuál es la mejor época para bucear y en Baja California Sur?
Este mágico espectáculo no solo atrae a submarinistas y viajeros, sino que también tiene un impacto significativo en las comunidades locales que capitalizan el ecoturismo. Sin embargo, la importancia de las mobulas trasciende lo turístico; son esenciales para el equilibrio del ecosistema como grandes filtradores.
Gádor Muntaner, quien tuvo la oportunidad de nadar entre estas majestuosas criaturas, reflexiona: “Las mobulas nos enseñan que la unión hace la fuerza. Debemos aprender de ellas y unirnos con la naturaleza para proteger nuestro maravilloso planeta”. La fragilidad de estos animales nos recuerda la necesidad urgente de conservación y el respeto hacia los ecosistemas marinos.