Opinión

Nuevo presidente, nueva relación México-EE.UU.

Por Emporio Candelario Robles

La elección presidencial en Estados Unidos representa un momento decisivo para México, con un impacto que resonará en la relación entre ambos países durante los próximos años. Hasta la medianoche de ayer, el resultado seguía incierto, y en los próximos días se espera conocer al nuevo mandatario. Tanto Kamala Harris como Donald Trump ofrecen visiones opuestas sobre temas críticos para la relación bilateral, como la migración, el tráfico de armas y fentanilo, así como el libre comercio. Para México, estos temas representan retos y oportunidades, dependiendo de quién obtenga la victoria.

Una posible presidencia de Kamala Harris traería consigo un cambio histórico, al ser la primera mujer y persona afroamericana en ocupar el cargo en Estados Unidos. Harris ha proyectado una relación diplomática orientada hacia el diálogo y la cooperación, aunque con una postura firme en temas de seguridad fronteriza. Durante su campaña, prometió perseguir al crimen organizado responsable del tráfico de drogas y personas, un compromiso que busca atender una de las mayores preocupaciones de Estados Unidos: la crisis de fentanilo y el flujo de migrantes en la frontera sur. Esta postura de Harris, aunque rígida, apunta a una relación menos tensa con México en otros aspectos. Su enfoque pragmático abre la posibilidad de conversaciones productivas y un ambiente menos hostil para la cooperación con la presidenta Claudia Sheinbaum, especialmente en temas de derechos humanos y desarrollo económico en la frontera.

No obstante, aunque el triunfo de Harris pudiera ofrecer una relación menos agresiva, no estará exenta de desafíos. La demócrata también ha propuesto revisar ciertos aspectos del T-MEC, el tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, con el objetivo de fortalecer la industria estadounidense y asegurar mejores condiciones laborales en la región. Estos ajustes, aunque menos severos que una cancelación total, significarán un reto para México, que depende en gran medida del comercio binacional y del acceso al mercado estadounidense.

Por otro lado, un posible regreso de Donald Trump a la Casa Blanca podría tensar considerablemente la relación. Trump, con una narrativa de campaña centrada en la protección de fronteras y en el endurecimiento de políticas migratorias, ha prometido mano dura contra la inmigración indocumentada, con un discurso dirigido abiertamente contra la comunidad hispana y los migrantes que intentan ingresar al país. Este enfoque plantea un escenario en el que México podría enfrentarse a deportaciones masivas y a un trato hostil hacia la comunidad mexicana en Estados Unidos, lo que no solo complicaría la relación diplomática, sino que impactaría a las familias y comunidades en ambos lados de la frontera.

Además, Trump ha insinuado la posibilidad de renegociar o incluso retirar a Estados Unidos del T-MEC, argumentando que este tratado perjudica a los trabajadores estadounidenses. De ser así, México enfrentaría enormes pérdidas en exportaciones y empleos, así como en el crecimiento de sus industrias orientadas al comercio exterior. La imposición de aranceles, una táctica utilizada por Trump en su mandato anterior, podría retornar como una presión adicional para forzar a México a implementar políticas que convengan a sus intereses.

Ambos escenarios demandarán de México una estrategia diplomática ágil y flexible. Sea quien sea el próximo presidente, México deberá prepararse para una relación desafiante, donde la seguridad y el comercio binacional requerirán una atención cuidadosa y una disposición a negociar en temas de alta prioridad. La moneda está en el aire, y aunque las direcciones de Harris y Trump sean distintas, lo cierto es que el próximo mandato en Estados Unidos marcará un nuevo rumbo en la relación bilateral, y México deberá estar listo para adaptarse y responder a las demandas de su vecino del norte.

crobles@elmomento.mx

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