La Animita de Baja California Sur: leyenda viva de fe y sacrificio
La casa conocida como La Animita en BCS guarda la leyenda de un niño que dio su vida por su padre. Hoy es sitio de culto y memoria colectiva.

La Animita: historia y milagros en una casa abandonada de La Paz
En la esquina de las calles Agustín Olachea y 5 de febrero, en La Paz, Baja California Sur, una casa azul claro con ventanas rotas y una cruz en su fachada se ha convertido en un sitio de devoción popular y memoria histórica. Conocida por los locales como “La Animita”, esta antigua vivienda es mucho más que una estructura olvidada: representa una leyenda de fe, sacrificio y culto que sigue viva en la cultura sudcaliforniana.
Aunque actualmente es habitada por dos personas en situación de calle —uno de ellos en silla de ruedas—, vecinos y comerciantes del área la consideran un símbolo de identidad. “Esa casa es una tradición aquí en Baja California Sur. No es de nadie, según yo, pero solía ser un lugar donde la gente iba a pedir milagros”, comenta una mujer que trabaja en un local cercano.
¿Quién fue el niño de La Animita? Una historia de sacrificio
La leyenda detrás de “La Animita” tiene nombre y apellido: José Lino de Jesús Manríquez Martínez, hijo del militar José Miguel Manríquez y originario del pueblo de San Antonio. El hecho central ocurrió el 11 de noviembre de 1866, cuando su padre fue injustamente encarcelado y condenado. En un acto de amor y valentía, José Lino se ofreció a morir en su lugar.
La historia cuenta que el niño fue arrastrado entre matorrales y obligado a cavar su propia tumba antes de ser ejecutado. Su sacrificio quedó grabado en la memoria colectiva como un acto supremo de devoción filial, y con los años su figura fue elevada por la comunidad a la categoría de “ánima milagrosa”.
La Animita hoy: culto popular en Baja California Sur
Aunque el tiempo ha deteriorado la estructura, La Animita sigue siendo visitada por creyentes que buscan milagros o desean agradecer favores recibidos. Según Gilberto Ortega, filósofo y colaborador del Archivo Histórico Pablo L. Martínez, este fenómeno es una manifestación de culto popular con raíces profundas en la historia y espiritualidad regional.
Personas de distintas generaciones continúan dejando veladoras, flores o pequeños objetos como ofrenda, manteniendo viva la leyenda. El caso de “La Animita” ilustra cómo los espacios urbanos pueden transformarse en lugares de memoria colectiva y práctica espiritual, más allá de su apariencia física.